Por encima de todo, no nos olvidemos nunca que la humanidad constituye una gran hermandad; todos nacidos para soportar sufrimiento y dolor y por lo tanto obligados a compadecerse de los demás.
Trabajar con las manos o el cerebro, según nuestras necesidades y nuestras capacidades, hacer lo que está al alcance de nosotros, es más honorable que el rango y el título.